La Princesa y el guisante


Esta es la historia de un príncipe que quería casarse con una princesa que tuviera una sensibilidad exquisita. Para ello invitó a un grupo selecto de princesas escogidas de todos los reinos de los alrededores a una fiesta en su castillo.

En primer lugar las invitó al gran salón de festejos para que degustaran una cena buffet.

En dos mesas diferentes se exhibían manjares de lo más delicioso.


En una de las mesas había perdices estofadas en salsa de ostras, pasteles de pétalos de rosa, faisán con mermelada de violetas y zumos de naranjas del Oriente, mientras que en la otra había sándwiches, patatas fritas, coca colas, fantas y hamburguesas.

El Príncipe se fijó en aquellas que se dirigían a la primera mesa, porque las que habían escogido las hamburguesas y las coca colas carecían, según él, de la exquisita sensibilidad de una princesa.

Después hubo un gran baile en el que la orquesta interpretó minués, polcas, valses y sonatas, y más tarde temas de Justin Bieber.

Igualmente, el príncipe se fijó en aquellas que habían decidido bailar el minué, porque las que se habían bailado desmelenado al ritmo de las canciones de Justin Bieber carecían, según él, de la exquisita sensibilidad de una princesa.

Más tarde las princesas fueron invitadas a retirarse a sus aposentos, pero antes se les dio a elegir entre un surtido de jabones para que pudieran darse un baño.

Había jabones de exóticas maderas del Oriente y jabones de Hello Kitty.

El Príncipe se fijó en aquellas que habían elegido los jabones del Oriente, porque las que habían escogido los jabones de Hello Kitty carecían, según él, de la exquisita sensibilidad de una princesa.

Y por último, se fueron todas a dormir.

A la mañana siguiente estaban todas las princesas desayunando y el Principe preguntó.

- ¿ Qué tal habéis dormido, princesas?

“ Maravillosamente”, dijo una. “ Estupendo”, dijo la otra. “ Increíble”, dijo la siguiente.
Solo una no estaba de acuerdo con las demás.
- ¡Oh! Pues yo he dormido terriblemente mal. No he pegado en toda la noche. No comprendo qué tenía la cama; Dios sabe lo que sería. Tengo el cuerpo lleno de cardenales. ¡Ha sido horrible!

El Príncipe recordó que esa princesa en particular había escogido de entre los platos de la primera mesa, había bailado el minué con elegancia, y se había llevado a su cuarto un jabón de maderas del Oriente.


- Entonces... ¡eres una verdadera princesa! - dijo el Principe-, porque a pesar de los muchos colchones y edredones, has sentido la molestia del guisante.
¡Sólo una verdadera princesa podía ser tan sensible!
El príncipe se quería casar con ella porque estaba seguro de que se trataba de una verdadera princesa de exquisito gusto y elegancia, y así se lo comunicó a su madre.

Pero entonces su madre le dijo:

- Hijo mío, no me seas tonto. No es así cómo se elige a una verdadera princesa de exquisita sensibilidad.

 ...continuará en  Cuentos clásicos para chicas modernas.