Innumerables leyendas corrían en el Reino sobre la suerte de las peluqueras: que si la Reina las asesinaba, que si las encerraba en las mazmorras del Castillo, que si las arrojaba al foso… Cada año, el Reino perdía una peluquera. Y hubo muchas que cambiaron de profesión porque tenían miedo ante la posibilidad de que algún día la Reina las llamara. Por eso, cada vez había menos peluqueras, y como había pocas peluqueras, sus servicios eran cada vez más caros y sus listas de espera larguíííísimas.
Si una quería cortarse el pelo tenía que llamar por teléfono al salón de peluquería y la conversación transcurría más o menos así:
- Hola ¿ es la peluquería? Quería hora para cortarme el pelo
- Pues tenemos hora… Espera que mire… Dentro de seis meses, el lunes 24, de 4 a 5
- ¿ Dentro de seis meses? Pero ¡eso es imposible! Oiga usted, que se me cae el flequillo por encima de los ojos y no veo nada…
- Pues dentro de seis meses o nada, usted verá.
Así las cosas, en el reino se dispararon las ventas de horquillas y gomas de pelo, aunque también había mucha gente que se cortaba el pelo en casa y se hacía auténticos destrozos. También se dispararon las ventas de esparadrapo porque más de uno se cortó una oreja intentando cortarse el pelo.
Las pocas peluqueras que había tenían muchísimo trabajo y cobraban mucho dinero, así que se hicieron muy ricas.
...continuará en Cuentos clásicos para chicas modernas.